dom
28 nov
2010

La religión griega I

La primera característica de la religión griega fue el antropomorfismo
EL ORDEN CÓSMICO

La religión griega pretendía ser sobre todo una explicación del mundo. Las fuerzas naturales estaban personificadas en los dioses que regían el universo. Esta es la primera característica de la religión griega: el antropomorfismo, es decir, los dioses tenían forma humana y comportamientos casi humanos.

Los dioses eran los encargados de mantener el orden universal, lo que los griegos llamaban COSMOS, frente al desorden primigenio, el CAOS. Eran los encargados de gobernar la sucesión de los días y las noches, de las estaciones, de controlar las plagas y enfermedades, de asegurar la fertilidad de las mujeres y de los campos y del ganado, de mantener las almas de los difuntos alejadas de los vivos. 

 

ORIGEN DEL UNIVERSO

En el principio existía el Caos, el vacío cósmico, del que surgió Gea, la Tierra, la diosa madre. Ella misma hizo nacer a Urano, el cielo, y de su unión con él nacióla primera generación de dioses: los doce Titanes. Por temor a que alguno de sus hijos lo destronase, Urano los encerró en el Tártaro, un lugar siniestro situado en el fondo de la tierra, por debajo incluso del Hades o infierno griego.

Crono, uno de los titanes, a instancias de su madre Gea, cansada de los numerosos partos a que le obligaba su unión con Urano, se rebeló y cercenó los genitales de su padre con una hoz, arrojándolos al mar; de la sangre que cayó en tierra nacieron los Gigantes, unos seres monstruosos que obtenían su fuerza del contacto con su madre Gea y de la espuma del mar fecundada nació Afrodita, personificación del principio de atracción entre los seres, y más tarde convertida en diosa del amor y la belleza.

Crono desposó a su propia hermana Rea de la que tuvo la segunda generación de dioses: Deméter, Hestia, Hera, Poseidón, Hades y Zeus. Sin embargo, Crono, para evitar que a él le ocurriera lo mismo que a su padre, iba tragndo vivos a sus hijos conforme nacían, excepto el más joven, Zeus, que fue escondido por su madre en la isla de Creta, y le entregó a Crono una piedra envuelta en pañales para que la devorase.

En la isla, Zeus fue amamantado por una cabra, Amaltea, a la que jugando de niño le arrancó un cuerno del que surgieron todo tipo de riquezas: el cuerno de la abundancia. Cuando la cabra Amaltea murió, Zeus la llevó a los cielos, pero en el camino, de sus fecundísimas ubres iban cayendo pequeñas gotas de leche que se convirtieron en estrellas y al conjunto de todas ellas se le llamó Vía Láctea.

Cuando alcanzó la edad adulta, mediante una artimaña, Zeus consiguió que su padre tomara una droga que le hizo vomitar a todos los hijos que se había tragado. Con la ayuda de sus hermanos y de los cíclopes, seres terribles con un solo ojo en la frente, se enfrentó a Crono y los Titanes, derrotándolos y encerrándolos en el Tártaro. Así da comienzo el reinado de Zeus no sin antes derrotar a los gigantes que pretendían liberar a Crono y los Titanes en la llamada Gigantomaquia.

 

LOS DIOSES OLÍMPICOS

Una vez derrotado Crono, sus hijos se repartieron las esferas de influencia en las que cada uno de ellos gobernaría. Así, Zeus gobernaría sobre el cielo y la faz de la tierra, sería el señor de la luz, del rayo y las nubes, se le consagró el águila, y se estableció con su esposa y hermana Hera en las cumbres nevadas del monte Olimpo. De su matrimonio nacerían sólo dos hijos: Hefesto, el dios deforme que nada más nacer fue arrojado por su madre desde las cimas del Olimpo debido a su fealdad quedando cojo por ello, y que más tarde sería el dios de los artesanos y herreros, del fuego y de los metales. Su madre, como reparación de la ofensa que le había hecho, lo desposó con Afrodita, la más bella de las diosas.

Su segundo hijo fue Ares, el terrible dios de la guerra, pero en su aspecto más brutal y sanguinario. Sus compañeros eran Deimos y Fobos, el temor y el terror, y sus animales favoritos eran el perro y el buitre.

Hera, sería la diosa del matrimonio, de las mujeres casadas y asistiría en los partos. Pero también era una diosa temible cuando era provocada, sobre todo cuando vengaba las múltiples infidelidades que cometía su esposo Zeus.

Hestia sería la diosa del hogar y del fuego sagrado y debería permanecer virgen por siempre.

El mar y todas las aguas correspondieron a Poseidón, que con su carro tirado por veloces corceles recorría con su séquito de tritones y nereidas. Los antiguos pensaban que los terremotos eran causados por el carro de Poseidón cuando este recorría las profundidades. Para aplacar su cólera que se creía que desataba las tempestades, los greigos le sacrificaban caballos a la orilla del mar.

Deméter era la diosa de la agricultura y los cereales, que eran la base de la alimentación en la antigüedad. Con posterioridad se le rindió culto junto a su hija Coré o Perséfone en la ciudad griega de Eleusis, como diosas de la resurrección en una serie de ritos secretos que se conocían con el nombre de Misterios.

A Hades le correspondió el mundo subterráneo y la custodia de las almas de los difuntos. Ninguna de las diosas quiso acompañarlo como esposa a su reino, por lo que tuvo que raptar a su sobrina Perséfone, llevándola a la fuerza con él a los infiernos. Su madre, entristecida dejó que las cosechas se perdieran y comenzó una enloquecida búsqueda por toda la tierra de su amada hija. Ante las súplicas de los mortales acuciados por la hambruna, Zeus hizo un pacto con su hermano de forma que durante tres meses permitiera el encuentro de madre e hija: ésta es la forma alegórica en que los griegos representaban a la primavera.

La entrada a su reino (llamado como él, Hades) estaba guardada por el Can Cerbero, perro monstruoso de tres cabezas encargado de que las almas de los difuntos no pudieran volver al mundo de los vivos. Una vez traspasado el umbral del mundo subterráneo, las almas debían atravesar la laguna Estigia, un lago tan sagrado que los dioses hacían sus juramentos sobre sus aguas ya que éstas tenían la facultad  de convertir en inmortal a los mortales, pero de quitar la divinidad a los dioses que se bañaran en ellas. El encargado de hacerlos pasar al otro lado era el barquero Caronte, al que había que pagar una moneda por el trayecto, de ahí que a los difuntos se los enterrase con una moneda bajo la lengua para pagar su último viaje.